«Históricamente ha habido dos grandes sistemas normativos universales que han configurado los principios de justicia por los que se puede regir una sociedad (Jasay, 2002): el principio socialista «de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades» y el principio liberal «a cada uno lo suyo (suum cuique)». El primero supone afirmar que cualquier persona tiene derecho a hacer uso de todos aquellos recursos que necesite, incluyendo el derecho de obligar a sus conciudadanos a que le proporcionen aquellos servicios para cuya provisión éstos estén capacitados. Aunque parece una regla sencilla de aplicar, acarrea importantes problemas. De entrada, no resuelve los conflictos en cuanto al uso de recursos: ¿qué sucede si dos o más personas necesitan utilizar un mismo recurso escaso? Una opción sería que la necesidad más valiosa prevaleciese sobre el resto, pero esto nos conduce al siguiente problema: no existe ningún mecanismo para transmitir y comparar adecuadamente la información relativa a la intensidad de las necesidades de cada persona. ¿Qué ocurre si dos individuos afirman que su necesidad es más importante que la del otro? Pues que una tercera parte debería decidir con base a su muy arbitrario juicio y percepción de la situación. Pero, en tal caso, todo el mundo desarrollaría unos incentivos fuertemente perversos para tratar de engañar a los demás: los individuos revelarían unas necesidades personales exageradas y unas capacidades propias muy reducidas; es decir, todos desarrollarían incentivos para tratar de aportar lo mínimo posible a la sociedad recibiendo lo máximo posible de ella».
[…]
«Probablemente, si el Estado hubiese monopolizado en el último siglo la provisión de comida, la mayoría de personas cuestionarían la capacidad de un mercado libre para producir alimentos. Las preguntas tipo que escucharíamos serían muy parecidas a las que hoy oímos acerca de una sanidad o educación privadas: «¿cómo podemos dejar la provisión de un bien básico al albur de las ganancias empresariales?». «¿Qué pasaría si los empresarios del ramo se asociaran para matarnos por inanición?». «¿Cómo garantizaríamos la provisión de comida en cualquier circunstancia?». «¿Dejaríamos morir a la gente a la puerta de los supermercados?». «La mayoría de la gente no podría pagarse su propia alimentación», etc».
Una revolución liberal para España – Juan Ramón Rallo Julián