El viento se levanta

«El viento se levanta, hay que intentar vivir»

 Así como Oskar Schindler se redime en el ecuador de su vida tras haber especulado con la suerte de una minoría indefensa o Harry Osborn hace lo propio con Peter Parker después de traicionarlo, Hayao Miyazaki alcanza su redención con el mundo del cine logrando al fin una película a la altura de una fama que no merece.

El inicio de la historia nos sitúa en los sueños de Jiro Horikoshi, un muchacho que en su infancia anhela pilotar aviones y en su juventud se resigna, por ser miope, a diseñarlos. En estos sueños coincide con Giovanni Caproni, un ingeniero aeronáutico como a la postre lo sería él. Ambos tuvieron la triste suerte de terminar siendo títeres del totalitarismo (ultranacionalismo japonés y fascismo italiano, respectivamente) aunque son reconocidos como figuras vanguardistas e iconoclastas de su tiempo, pesea todo.

Decía Gabo que «todos los sueños con pájaros son de buena salud». Las anteriores películas que he visto de Miyazaki son una suerte de fantasía exacerbada, por momentos absurda. En El viento se levanta, sin embargo, deja un gritón de guiños al realismo mágico durante las dos horas que dura la peli: el vuelo del pájaro de papel que conecta a Jiro con Naoko de forma consciente, como se fusionan para Jiro el mundo real con el imaginario al ritmo de su paso, la mirada de este hacia el horizonte al final de la película, sabedor de que Naoko lo abandona para morir… ¡La magia de lo real!

Se puede soslayar, por poco original e incluso barata, la historia de amor entre Jiro y Naoko. Su precoz romance tiene breve recorrido, pasa apresuradamente de la ternura de los primeros encuentros en situaciones cotidianas donde siempre es Jiro el que auxilia de un modo u otro a Naoko a la dilución del júblilo ante la perspectiva de la muerte próxima, bien sea por la enfermedad o por las consecuencias de la segura derrota de Japón contra los aliados.

 

 

 

El viento se levanta para Joe Hisaishi. Se puede adjudicar buena parte del encanto de esta obra. Estoy seguro de que recordaré varios temas de esta banda sonora durante mucho tiempo, tanto por la calidad como por la forma en que están traídos. El leitmotiv (A Journey) es espectacular, oír los primeros compases hace que te situes en territorio onírico, pues de otro modo no sería perceptible hasta que apareciese Caproni o se rompiese alguna ley física (realismo mágico again). Esta y Naoko Meguriai rebosan júbilo y vida, muy recomendables.

Si no fuera porque es un dibujo animado tendría mucho que decir sobre la interpretación de Jiro. Imagino que, ya que la película no es exactamente un biopic, los rasgos de su personalidad son una licencia de Miyazaki. Es sencillamente adorable y probablemente sea el personaje más humano del mundo Ghibli que he conocido. Vale la pena ver esta película por dos motivos: los diálogos entre Caproni y Jiro y el propio personaje de Jiro. La amalgama de sentimientos que transmite en un entorno propicio para desatarlos, con una guerra en ciernes, es inabarcable. Ojalá alguien así en mi vida.

A costa de parecer un marginal del cine, diré que a mi entender Miyazaki ha desperdiciado su talento y su vida artística en piezas planas, largas y aburridas como El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro o El castillo ambulante. Ahora que sé el talento que alberga siento mayor disgusto al pensar en la obra que habría podido legar, pues no es hasta su último servicio como cineasta que decide alejarse del histericismo aleatorio y la recreación en alimentos y banquetes, cansinos hasta el hartazgo.