Amour

«Alguien tiene que morir para que los demás valoremos la vida. Establece un contraste»

Hace unos días vi una película sobre la que me apetece escribir.

No es mi primera experiencia con Haneke. Si bien La cinta blanca ofrece pistas sobre la tendencia del veterano director austriaco a causar controversia, de ningún modo puede uno prepararse para semejante desarme de la serenidad, para que le abrumen con esta cascada de escenas, que por separado podrían parecer genuinas, pero que componen una historia durísima de la que es imposible salir ileso. En La cinta blanca la cuestión de fondo es la asimilación del fascismo en la sociedad alemana; en Amour, más mundana, el tema es la eutanasia.

Desde el inicio, somos conscientes de que algo no va bien. La primera noche, tras asistir al concierto del novio de su hija y charlar normalmente en el trayecto de vuelta, mientras George duerme profundamente Anne permanece despierta con los ojos abiertos, distante. La mañana siguiente, durante el desayuno, pierde la consciencia durante unos minutos, causando la preocupación de su marido. Todo el proceso que sigue (intrascendente para la trama) durante las siguientes semanas se oculta y la siguiente escena se nos hace partícipes, de golpe, de la parálisis parcial de Anne debido a que su problema lo ha agravado una operación que se complicó y ahora debe desplazarse en silla de ruedas. Es entonces cuando Anne, divagando, expresa su amargura respecto a sus limitaciones físicas e intelectuales (consciente de que gradualmente empeorarán) y hace prometer de modo tácito a George que no volverá a llevarla a un hospital.

A partir de aquí aparecen las primeras fricciones en su relación. Dice Lafourcade que el tiempo tiene grietas y en el camino hacia el deterioro y el sufrimiento, el vínculo de Anne y George no logra eludir la mayoría de ellas. La actitud de Anne para con George se torna con el paso de las semanas cada vez más desagradable debido a la negativa de éste sobre la cuestión eutanásica. Éste, en inicio, lo acepta con energía, pues es consciente de haber privado a su mujer de lo que ella considera una muerte digna. Conforme avanza el metraje, Anne va realizando cada vez menos esfuerzos por no resultar desagradable, además de con George, con Eva (su hija), con su yerno, y con su enfermera, de los que aborrece su compasión y compunción.

Desde el segundo tercio de la película, la enfermedad comienza infligir episodios de dolor periódicos a Anne, que poco a poco pierde la capacidad del habla, pero George se sigue esforzando por ayudarla. Un día, Anne se niega a beber agua, lo que enfurece a su marido y la abofetea. Días después, George intenta calmar a su esposa, quien se encontraba gritando de dolor. George le cuenta una historia sobre su experiencia en un internado de verano en la infancia. Cuando termina a la historia, el hombre toma una almohada y ahoga a su esposa hasta la muerte, aceptando finalmente que no hay dignidad en una existencia cuyo eje es el sufrimiento.

Después de preparar la habitación de Anne con flores y a ella con su vestido negro, se retira a descansar. Un rato después, George escucha ruidos en la cocina. Acude ensimismado y ve a Anne lavando platos. George se pone zapatos, ayuda a Anne a ponerse un abrigo y ambos salen del departamento. En la última escena se muestra a Eva recorriendo el departamento vacío, sentándose sola en un sillón.

El trabajo del elenco principal es magnífico, solapado con la fotografía se logra una ambientación que hace interiorizar desde el principio la historia e imaginarla cercana (si has visto La vida de Adèle, Inteligencia Artificial o Mulholland Drive del tirón probablemente sepas de lo que hablo). No sé decir si disfruto realmente viendo este tipo de películas, pues siempre me dejan un poso agridulce que tarda en irse, especialmente las de Haneke, que carece de piedad por el espectador.

Creo que durante un tiempo voy a dejar de ver películas susceptibles de emponzoñarme el espíritu. Se acabó Lynch, se acabó Haneke, se acabó Kechiche. No voy a leer a mis almas gemelas de FilmAffinity, no voy a leer a blogueros, no voy a leer listas y me voy a cuidar.

Aún así, si no la has visto, te recomiendo a ti, lector, que la veas aunque sea una vez, pues es un fragmento grande del cine, un pedazo de vida real que, aunque resulte muy lenta en su transcurso, merece la pena conocer. Una película no para todos los públicos, pero de condición espléndida, desde la escena inicial que nos muestra el final de la cinta (la muerte, lo conocido) hasta el paseo de Eva por el apartamento al final, pensando, supongo, sobre lo acontecido los últimos meses en la vida de sus padres.